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La importancia del escrutinio público

Las campañas presidenciales en Estados Unidos tienen una característica que las ubica por encima de la mayor parte de los procesos electorales: el escrutinio mediático. Profesional, exhaustivo e implacable con los candidatos. Sean del partido que sean. Una de las razones por las que las campañas se extienden a lo largo de tantos meses es para que la prensa haga esa labor. Y, las más de las veces, la hace. Con rigor, seriedad y, más importante, desenterrando facetas desconocidas de aquellos que aspiran a gobernar el país. En otras palabras, gracias a la prensa, la vida de los candidatos se convierte en un libro abierto. Un elemento fundamental del proceso democrático.

Eso, precisamente, es lo que está sucediendo con Mitt Romney en los últimos días. Su vida profesional, que ha intentado blindar y esconder de la luz pública —rehúsa, por ejemplo, presentar sus declaraciones de impuestos de los últimos años, como es práctica habitual entre los candidatos que aspiran al Despacho Oval— está siendo revelada capa a capa por investigaciones especiales de la prensa.

El eje de las críticas al candidato se centran sobre sus actividades en Bain Capital, la compañía financiera que dirigió y convirtió no solo en su mina de oro personal, sino también en una de las empresas más eficaces del ramo. ¿Qué hace Bain? Sus actividades se ubican a medio camino entre la gestión de capital de riesgo, los fondos de inversión y la restructuración empresarial. Una compañía que se especializa principalmente en hacer más eficaz la gestión de las propias empresas. De reinventar procesos: contables, financieros y operativos.

El escrutinio público —de los medios de comunicación y más recientemente de la campaña de Obama— gira en torno a las prácticas empresariales de Bain y el tipo de capitalismo que Romney favorecería como presidente.

Desde hace meses diversos medios han investigado a Bain y encontrado una empresa que opera muy cerca de los márgenes de la ley. En esas zonas grises en las que fácilmente se transgrede y en las que sus prácticas —sobre todo para un aspirante a un cargo público— resultan más que cuestionables. El tipo de operaciones por las que Bain se ha caracterizado a lo largo de las últimas dos décadas son precisamente de ese capitalismo financiero de alto riesgo que entró en desdicha después de la caída de Lehman Brothers en 2008.

Compañías tapadera en paraísos fiscales; deudas colosales financiadas por complejos mecanismos que blindan legal y financieramente las pérdidas a las filiales en Estados Unidos; políticas de outsourcing siempre a la búsqueda del mínimo denominador común; y esquemas contables en los que en muchos casos el pago de impuestos en Estados Unidos es prácticamente inexistente. ¿Ilegal? No. Pero sí cuestionable para un aspirante a la presidencia.

Y, ahora —y aquí viene a cuento la importancia del escrutinio público de la prensa—, el candidato republicano se intenta alejar tanto de su papel como presidente de la compañía como de las prácticas instituidas. En las últimas semanas hemos visto una lucha sin tregua entre la campaña Republicana —que intenta esconder datos sobre las actividades de Romney— y una prensa que indaga como sabueso en los detalles y documentos más oscuros y olvidados. Así, recientemente nos enteramos que en 1999 Romney informó a la Securities and Exchange Commission que dejaba todos los cargos de responsabilidad en Bain. A lo que no renunció durante los siguientes años fue a las recompensas económicas de la compañía. Y en 2002, con el ojo puesto en avanzar su carrera política como gobernador de Massachusetts, Romney aseguró tener residencia legal en el estado debido a sus cargos en la compañía cuando en realidad no vivía allí.

El efecto puede ser letal. Pocos días después de que se hicieran públicos estos hechos, el número de búsquedas en Google por Bain y su situación fiscal se dispararon exponencialmente. Sobre todo en los estados denominados indecisos.

La prensa de investigación, pues, se ha anotado un tanto y ha hecho la primera gran revelación de la temporada electoral. La figura y solidez moral de Romney muestran grietas. Grietas que con el debido tiempo bien podrían derrumbar al candidato. Porque en algunos países, lo que investiga y revela la prensa, sí tiene consecuencias.


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